Existió
una noche muy especial donde los deseos invadían el aire, el ambiente se
tornaba cálido, agradable y muy tentador. Todo empezó en algún chat, recién
empezaba con la onda de chatear; entré a un grupo que me llamó la atención por su
nombre: “Rosarinos”. Había mucha gente conectada, tal vez unos cincuenta; mi
trabajo en ese momento me permitía, a horas nocturnas, sentarme delante de la
computadora y conectarme a internet y navegar un poco; son las ventajas de
trabajar de madrugada, por lo general todo es más tranquilo y la rutina laboral
es más liviana.
Muchas de
las interacciones que había en el grupo eran chicanas con respecto al futbol,
otras respecto al barrio de residencia, y las infaltables connotaciones
sexuales y sin discreción. Al principio me reía mucho, pero luego empezó a
aburrirme un poco, ya que era siempre lo mismo. En un momento, una de las
navegantes que se hacía llamar “Noeluz”, comenzó a realizar de golpe comentarios
muy venidos abajo. La interfaz del chat permitía hacer contacto en privado, sin
dejar de lado al resto de la comunidad “Rosarinos”. Me envalentoné y le envié
una solicitud de conversación, la cual fue Rechazada. Días más tarde, y luego
de reiteradas solicitudes, “Noeluz” aceptó y empezamos a charlar y le pregunté
por el bajón de algunas madrugadas atrás. Me contestó que era algo pasado, que
a esa noche ya no tenía importancia, ya que el culpable se había ido de la
comunidad del chat.
“Soy
Mario” le dije, ya que en mi “nic” yo me había nombrado “Elloco”; ella me contestó
que se llamaba Luz y me retrucó preguntándome de dónde era. Presuponiendo que
era de la misma ciudad, ya que estábamos en la comunidad con el mismo nombre,
le contesté “de acá, de Rosario”, lo cual fue negado, pues me dijo al rato que
si bien nació en la misma ciudad, no residía actualmente aquí, sino que de pequeña
se había mudado a Córdoba.
Me
contaba que quería visitar a unos parientes que hacía mucho no veía, por lo que
le daban ganas de viajar a la cuidad, pero aún no sabía para que fecha, pues,
estaba con mucho trabajo por la temporada alta de verano en Córdoba; ella
trabajaba en un hotel al cual siempre se hospedaban muchos turistas, lo cual
contaba que era un bajón por la cantidad de laburo que por ello Luz tenía. Sin
embargo, ocurría lo contrario en Rosario, estaba muy tranquilo, si bien se veía
turistas por la peatonal y por la costanera del río, no era tanto el movimiento
en comparación de lo que comentaba Luz.
Acordamos
en que ella se vendría para carnaval, tan sólo quedaban unos 20 días. Se
tomaría unos descansos que se le debía, yo haría lo mismo para poder ser su
guía por la ciudad, pues Luz no reconocería casi nada por haberse mudado de muy
pequeña.
Seguimos
chateando varios días por privado, intercambiamos números de teléfono para llamarnos
si podíamos, o simplemente enviarnos mensajes. Recién empezábamos a conocernos
en profundidad, sin mascaras o ni escudos. Muy a pesar de la distancia, nos
sentíamos muy cerca; ella me llamaba desde la recepción del hotel, yo desde el teléfono
de la guardia que hacía de noche, dependiendo del edificio que me tocaba
cuidar, y hablábamos mucho total no nos cobraban a nosotros. Imaginábamos el
encuentro, cómo sería uno y cómo sería el otro, si nos abrazaríamos o
simplemente nos daríamos la mano.
Por fin
llegó el día y la ansiedad se terminaba. Entere mensajes de texto y llamadas al
celular, nos encontramos en la plataforma donde arribaba su colectivo. Nos
miramos de frente en silencio, fue raro no decirnos nada, solo nos mirábamos y
son reíamos. Caminábamos por las galerías de la terminal hasta llegar a un
local donde funcionaba una cafetería y nos sentamos
allí a merendar y nos
seguíamos mirando como no queriendo no creer que el otro estaba de frente.
Cortamos con tanto silencio y comenzamos a charlar de lo último que veníamos
hablando entre nosotros: el trabajo de cada uno y sus anécdotas; de la madre y
hermanas del otro que ya se habían mejorado de una gripe; de que en el hotel se
había encontrado con una compañera; de que el edificio había quedado muy sucio
tras la lluvia del miércoles y que todavía no podían terminar de limpiar la
arenilla en la vereda.
No nos
dimos cuenta del tiempo que había pasado hasta que no vimos hacia afuera
observando que ya había oscurecido. Pagamos la cuenta y nos dirigimos al
estacionamiento a buscar mi auto. Le pregunte por la dirección de la casa de
sus tías, así pudiera descansar, pero me contestó que aún no había hablado con
ellas; inmediatamente me propuso dar un paseo hasta juntar el valor para
hablarlas, pues, Luz calculaba que ya estarían entradas en años y no sabría si
la reconocerían. Me extraño un poco el hecho de que, justamente, le faltara
valor para hablarlas, pero la idea estaba buena, la adrenalina y su presencia
me impulsó a decir un “Sí”.
Entonces, fuimos a dar unas vueltas por la
costanera del Río Paraná, llegando al Monumento a la Bandera nos detuvimos y
nos tomamos unas fotos; luego, sin dejar de charlar por un momento, nos
dirigimos a la peatonal donde surgió una nueva propuesta de su parte: “Pinta para
una cena a la canasta”; al ver mi desconcierto, me hacía recordar algunas
conversaciones por el chat, donde habíamos apostado a que yo no me animaría a
comer sentado en una plaza, y como no estaba dispuesto a perder una apuesta, le
recordé que yo vivía en un apartamento con balcón frente a una plaza. Le conté también que, por lo general, mis desayunos, meriendas y
ocasionalmente las cenas, las realizaba en mi balcón. “De paso conoces donde
vivo y si quieres, o gustas, podes quedarte”; le pregunte mientras que
empezábamos a volver y buscar el auto. Luz, con sonrisa cómplice, me contestó
que por ésta noche podía y quería, agregando que aún no le caía la ficha de se
encontrara en Rosario paseando conmigo.
Al llegar
al departamento, le mostré los ambientes y en particular la habitación que ella
ocuparía, allí dejó su equipaje: una mochila ligera y un bolso con ropa; cosa
que no me sorprendió, pues sólo venía por unos días.
En la
entrada del edificio había un almacén donde compramos fiambre y pan lactal, que
a ella le gustaba más, un sobre pequeño de mayonesa y una gaseosa de naranja.
Cruzamos la calle y nos dirigimos hacia un lugar parquizado, allí desplegué un
mantel y nos dispusimos a prepara unos sanguchitos. Hablamos un rato más. Me
contaba que estaba muy contenta con mi compañía, el poder conocernos y vernos
frente a frente; que venía hacía un tiempo escapando de una relación anterior;
me explicaba que por eso eran las puteadas en el grupo del chat en los días
previos de conocernos; y que, este viaje también le sienta de excusa para
limpiar un poco sus ideas y sus sentimientos. Que ya no tenía muchas ganas de
ver a sus tías, pues, en las horas que íbamos pasado juntos, se sentía muy
complacida y a gusto.
Me decía
que me comportaba como todo un caballero, que le gustaba la idea de estar con
una persona que la trate así toda la vida. Me sentí muy alagado, claro, pero no
entendía si con esto quería decir algo más de fondo. Agradecido por su
cumplido, interpreté lo dicho solamente de forma lineal, no quería hacerme la
cabeza con ideas que no eran claras o directas. Se sentía cansada por el viaje,
así que guardamos las sobras y el mantel. Nos levantamos del suelo y nos
sacudimos pasto que se había quedado en la ropa y emprendimos el regreso, corto
por cierto, pues, teníamos que hacer sólo unos metros de plaza y luego cruzar
la calle. Al entrar al apartamento le dije que podía bañarse tranquila,
mientras tanto yo iba a guardar el auto, ya que me había olvidado de y hacerlo.
Al regresar, ella ya se había acostado en la otra habitación. Al
asomarme para arroparla, vi que estaba dormida, le di un beso en la frente, se
acomodó un poco en dormida y me retiré a mi cuarto. Logré darme una ducha y
encendí el televisor un momento, pues como no trabaja esa noche, y acostumbrado
a los horarios nocturnos, no podía dormir, sentía que era muy temprano todavía.
Promediando
la madrugada, un poco más o un poco menos, en lo que dormitaba entre el zapping
y un canal de música; una silueta vino a visitarme se metió en mi cama. Al principio
no entendía mucho por la somnolencia, pero reconocía el rostro de Luz cuando me
abrazó en la cama; sonaba por el tele un video de los ingleses Coldplay
interpretando “Talk”; en realidad, fue un especial de esa banda, por lo que
pasaron varios videotapes de ellos; Luz se acomodó sobre su hombro derecho,
apoyando su cabeza en mi pecho, más de mi lado izquierdo. Le acariciaba la
espalda en automático, no porque quisiera hacerlo, sólo que se dio hacerlo;
ella pasaba la yema de los dedos de la mano izquierda entre los bellos de mi pecho;
ahora se escuchaba “Yellow”. Como todo verano en Rosario, las ventanas estaban
abiertas para que circule corriente de aire, ayudada por el ventilador de
techo. Le di un beso en la cabeza, Luz respondió con un beso en la base de mi
cuello, beso con el que empecé a excitarme. Ella tenía puesto un short y una
remera corta; yo, sólo en bóxer y
semitapado por las sábanas.
No sé
bien en qué momento, sé que se escuchaba la misma canción. Empezaban a subir y
a bajar besos, a subir y a bajar caricias llegando a lo más profundo; ella se
trepó encima mío, yo me incorporé para sentarme y abrazarla; se aferró con
piernas y brazos a mi espalda; yo luchaba con su poca ropa; no podíamos
desprendernos del beso y la humedad de nuestros labios. Ahora sonaba Fix
yuo cediendo la remera, con algo más de
trabajo porque primero había que despegarse, el short y lo que quedaba de ropa
interior. Ya empezaba “Trouble” y Coldplay nos empezó a ambientar recién el
encuentro. Perdimos la noción del tiempo hacía rato, casi no respirábamos, ni
nos dimos breaks para idear o pensar qué hacer o qué hacíamos, así que como que
improvisábamos de momento; la curiosidad de ambos nos iba ganando a nosotros
mismos, al mismo tiempo aumentaba el deseo de seguir explorándonos con las
caricias. La banda seguía sonando desde el televisor, cómplices también de
nosotros en medio de los juegos y la pasión.
Puedo
asegurar que en la habitación hacían unos 30 grados o más y el ventilador ya no
daba abasto; a nosotros nos pasaba como un frio por las espaldas que dominaba
la situación, pero con cada caricia los cuerpos se acercaran aún más y la
humedad de ambos, ayudó a que nos mantuviéramos pegados y así mantener los
cuerpos a temperatura. No hubo sombra sin ser tocada, no hubo centímetro sin
ser explorado: la previa y la música dominaron toda la situación.
Era extraño que en ese primer encuentro sintiéramos
algo, como un amor extraño, una mezcla de furia, de temor, de conocernos de
toda la vida, de tremendos desconocidos, de llanto y de risa a la vez; empezábamos
a agotarnos en caricias. Sonaba mi tema favorito: “In my place”. No queríamos
parar, seguíamos ¿Cómo podía calificar lo que estaba sucediendo? ¿Cómo algo
verdadero? No, porque no nos conocíamos, bah... en realidad sí pero casi nada.
¿Cómo algo falso? Tampoco porque estábamos ahí mismo, era sólo “eso” definido
solo por la acción de actuar, más que con las palabras en sí. Sólo a mí se me
ocurre pensar en esa situación; pero... ¿Qué habrá pensado ella? ¿Estaría
pensando algo? ¿Serían dudas lo que tengo, serían preocupaciones? ¿Desde cuándo
yo pensando en el después?
Hartándonos
de amar, sin detenernos un instante siquiera, ahogándonos en los mismos besos;
suspirando exageradamente rompiendo el silencio de la madruga; desgarrándonos
en cada esfuerzo, centímetro a centímetro; sin pensar en nada más que en lo que
estaba pasando, que en lo que estábamos haciendo; comenzaba “The hardest part”
y el piano de la canción nos daba el compás para movernos y cambiar de
posición, así descansaban los cuerpos mutuamente a pesar de que las piernas
empezaran a flojear. Reiniciamos el juego, respirábamos fuerte; los brazos
también queriendo ceder, las ganas de llegar aún no. Cuando terminó “Shiver” y
el especial del canal de música daba por finalizado, nosotros nos rendimos por
fin en la cama, cerrando los ojos, balbuceando cosas inentendibles por el
agotamiento, abrazándonos una vez más, pero esta vez para dormirnos extasiados
por la satisfacción de uno y del otro.
Al
despertar a la mañana siguiente, presentía que era algo tarde, miré a mi
alrededor y ya no había nadie. No lograba entender, no sé bien si por lo que me
estaba despertando, por lo que
aún no llegaba sangre a mi cerebro, o porque no
quería entender. La ausencia de un cuerpo a mi lado me causaba preocupación. “Luz”,
grité; me levanté envolviéndodome con la sabana y busqué primero en el cuarto
de al lado, luego en la cocina, en el baño y en el balcón; no hubo rastro
alguno de ella ni de su ropa, ni de su bolso ni de su mochila; como que la
mañana se había llevado todo lo que había sucedido con Luz. Llamé a su celular
y me daba apagado. Bajé a la plaza y continué mi búsqueda, como desesperado. Olía
el aire como queriendo rastrear su perfume; miraba en todas las direcciones
queriendo encontrar su rosto. No quería conformarme con no encontrarla, no
quería caer en la singularidad de pensar, o creer, que sólo fue mi imaginación,
que mi subconsciente había sido el director de semejante escena, los chats, los
mensajes, las llamadas, su viaje de visita... me costaba creer que no eran
reales. Pasaron algunos días y sentía aún el vacio dentro mío, aunque intentaba
no podía lograr revivir con mis recuerdos aquel encuentro. Aún me pregunto si
podré verla una vez más.
20/04/2004