Hacía mucho calor aquella tarde, ya se había anunciado alerta meteorológico por fuertes tormentas, con rayos y vendavales de viento. Eran esas tardes las que me gustaban más salir de casa, pues era habitual salir a entrenar ya que me preparaba para participar en el triatlón ironman.
Durante la semana, en mis horarios libres
había entrenado en nado en la laguna del dique de una localidad cercana a casa;
también salí a correr en un circuito que me había diseñado yo mismo pasando por
la plaza dónde jugaba en mi infancia, siguiendo por la avenida principal hasta
llegar a la ruta, un par de varios kilómetros y luego de vuelta a casa, pero
esta vez en sentido contrario.
Aquella tarde era un sábado muy caluroso, y se prestaba para salir a rodar en la bicicleta de carrera. Si quería llegar a la meta en la más dura de las competencias de triatlón, debía entrenar para los 180 kilómetros en bicicleta, sin importar el estado del tiempo, ni los alertas meteorológicos. Antes de salir, en el jardín de mi casa hacía la entrada en calor estirando los músculos, revisaba el equipamiento de mi bici, cargaba agua en las dos cantimploras que tenía y salía. Las nubes ya estaban muy encapotadas, sin embargo el brillo de la luz me molestaba la vista. Sin que se termine de armar la tormenta en las alturas comenzaban a caer las primeras gotas.
Apurando el paso para salir y en el mismo
momento que agarraba el picaporte de la reja de casa todo alrededor se iluminó
y quedé envuelto en un tremendo silencio. Un rayo había alcanzado a la reja de
casa y en un silencio blanco, claro, luminoso sentí pasar por todo mi cuerpo
sus casi trescientos mil voltios de energía. Mi mano estaba pegada a la manija
de la puerta de la reja. El tiempo parecía no transcurrir; parecía que todo a
mi alrededor se había congelado en el tiempo, miraba las caras de unos vecinos
que estaban en sus veredas, un auto girando por la esquina, un gorrión
queriendo aterrizar en la rama de la magnolia plantada en la vereda; pero ninguno
de ellos se movía. En cambio yo si sentía que me podía mover; atiné a abrir la
puerta de la reja motivado por la idea de salir de casa e intentando escapar de
las fuerzas del rayo que me tenían atrapado.
Cuando logré abrir la puerta, se me
presentó en ese instante algo muy diferente a la escena cotidiana congelada por
el tiempo que anteriormente estaba viendo. A medida que abría más mi puerta, un
pasillo muy extraño se me presentaba frente a mí. Era como una galería de casa
antigua, con enormes arcos a un costado apuntando a un patio interno donde
había un rosedal y otras plantas que no pude distinguir. Mi curiosidad y mis
ganas de escapar de ese horroroso congelamiento me motivaron a ingresar al
pasillo. Miraba en el patio la gran diversidad de colores que tenía el jardín; tuve
la impresión de ya haber recorrido ese lugar alguna vez, pues se parecía mucho
a mi escuela de primaria, a diferencia de que en vez de un jardín teníamos piso
de cemento y una estatua de un prócer que se erigía arrogante en medio del
patio.
Caía la tarde y oscurecía con más rapidez
de lo que estaba acostumbrado en el entorno de este pasillo. Giré para ver mi
casa y ya no estaba más. La puerta, la reja mi jardín y todo lo que giraba a mi
escena domestica había sido absorbido por este extraño lugar. Me asome a los balcones
de los arcos y vi que el cielo estaba cubiertos de formas muy extrañas, como
pasillos encastrados en otros pasillos y galerías que subían y bajaban en
diferentes direcciones. En ese momento sentí un ahogo rotundo y caí de rodillas
desorientado, creí no salir de ese lugar; me levante de inmediato y comencé a
correr en la dirección que me proporcionaba este pasillo. Había unas puertas al
otro lado de las barandas, aparentemente eran habitaciones y en algunas había luces
en el interior y se escuchaba ruido de personas hablando entre ellas, pero
todas las puertas se encontraban cerradas.
Al final de esa galería, me topé con una
escalera que llevaba a un piso superior. Sus escalones eran de mármol blanco ya
desgastado por el uso seguramente, la guarda de la escalera tenía formas
coloniales de hierro torcido y el pasamano era de madera de roble suavizado por
el uso también. Subí saltando de a dos escalones, al llegar al descanso, tome
aire y retomé el curso hacia arriba. Al terminar el ascenso me esperaba otra
galería no muy alentadora igual que la del piso de abajo. En ese instante vi
salir a un señor vestido de época a la mitad del pasillo, aparentemente de uno
de los cuartos de ese piso. Le grité y me miró, avance hacia él despacio para
no asustarlo con mi atuendo moderno. Cuando puse un pie en la galería,
nuevamente una luz demasiado blanca y fuerte me cegó; seguí avanzando y ya todo
se fue aclarando. Sin embargo, ya me encontraba en otro lugar, era otro pasillo
muy diferente al anterior. En este lugar parecía ser un horario temprano justo
en la salida del sol; la construcción no era tan añeja como la anterior. Este
pasillo era mucho más cerrado, pero a su vez, tenía cinco ventanas
equidistantes en aproximadamente quince metros de largo, me daba la impresión
de ser un edifico de oficinas.
Me paré de frente a unos ascensores
aparentemente no estaban funcionando porque no respondían, además los focos del
pasillos se encontraban parpadeando, por lo que decidí bajar por la escalera
que tenía forma de caracol. Cada vez que intentaba abrir la puerta de acceso a
los pisos inferiores me daba con que las mismas estaban cerradas. Me encontraba
en el piso sexto cuando comencé el descenso. Un piso tras otro, todos cerrados,
como que el destino no me quería dar una escapatoria a este limbo que me tendía
una trampa y ya comenzaba a sentir el encierro y el mareo por giro de la
escalera. El último piso (en este caso el primer piso) lo baje rodando porque
me había tropezado con mis propios pasos, mi cabeza golpeo con la puerta de salida
y esta sí se abrió. Cuando por fin pude salir del claustro de las escaleras, me
di con que ya estaba en la planta baja. La puerta del edificio se encontraba
abierta, parecía ser un edificio ubicado en un lugar céntrico, pues se
apreciaba mucha circulación de personas afuera. Por un momento reconocí la
vereda y los comercios que se encontraban en la vereda de enfrente. Salí al
trote del descanso de las escaleras al hall
de entrada y de un salto quise salir a la vereda. Sin mucha suerte porque no
aterricé en la vereda sino en otra galería, en medio del brinco nuevamente me
envolvió una luz blanca que me transportó al interior de una iglesia.
La iglesia estaba vacía, había ingresado
por una especie de puerta lateral al altar. Parecía ser mediodía y hacía mucho
calor y desde donde estaba podía ver que la puerta de entrada se encontraba
abierta. Comencé a correr por la galería centrar del templo para poder salir,
pero recordando lo que me había ocurrido en las dos ocasiones anteriores, me
detuve justo antes de la puerta. Me preocupaba la idea de cruzar esa puerta de
acceso, pues no sabía dónde más podía seguir apareciendo; me preocupaba no
poder encontrar la salida definitiva a estas especies de laberintos. En ese
instante, paso por la cabeza la letra de una canción “…atrapado en libertad…”
(Preso en mi ciudad – Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota), porque si bien
no estaba encerrado en ninguna prisión, me sentía “encerrado” en estos pasillos
que me llevaban a otros pasillos, preso de no poder decidir dónde poder ir.
Me daba mucha incertidumbre el no saber
que me esperaba del otro lado de la puerta y me empezaba a preguntar cómo hacer
para volver a mi realidad; cómo hacer para salir de este laberinto de pasillos.
Reflexionaba, a la vez que cada persona es un laberinto de tiempo, diferente a
otras personas, diferente a otros laberintos; que nadie sabe cómo circular por
su propio laberinto de tiempo; que vamos improvisando en cada paso y que en
cada giro, o en mi caso en cada pasillo que iba avanzando, es un laberinto
nuevo y que puede cambiar con cada decisión o experiencia que uno va tomando.
Entendí, entonces que este laberinto en
que me encontraba era mí tiempo, no mi presente sino que por dónde venía
desandando hasta ahora eran mis recuerdos o por lo menos, parte o esencia de
mis recuerdos cada uno de los pasillos que iba cruzando. Entendí que para
volver, debía ir reconociendo estos lugares y reconocer qué había decidido hacer
en cada uno de ellos. Entendí que el tiempo me estaba poniendo a prueba conmigo
mismo, con mi propio tiempo. Entendí que el tiempo es diferente entre el hombre
y la mujer, y entre cada individuo a la vez; entendí que mi encierro no eran
estos laberintos, estos pasillos o galerías en sí por los cuales estaba
andando, sino que mi laberinto real de tiempo era mi presente, pues andaba
corriendo contra métricas, records y clasificaciones, pero no me preocupaba por
el presente mismo. Entendía que una vez que tomaba conciencia de mi presente
esa acción ya era pasado, y que esa fracción de segundos los había perdido.
Me sentía listo para cruzar esta vez, me
sentía dueño de mi tiempo nuevamente; siempre lo había sido, pero ahora tomaba
conciencia de ello. Cruce la puerta de esa iglesia y la luz blanca se hizo
presente y me envolvió una vez más. Esta vez no renegué de ella, deje que me
abrazara y que me conduzca. Fui contemplando otros pasillos y otras galerías
encerradas en un tiempo particular, en el de mi memoria. Es cierto lo que dicen
las personas que han vuelto de la muerte “es como ver pasar una película
delante de uno”. Avanzaba cada vez con mayor velocidad hasta que las mismas
imágenes, los pasillos y las galerías se volvían todas blancas, del mismo
blanco que me envolvía. Lo blanco se transformó en tiempo, luego lo blanco y el
tiempo se volvieron abstractos.
De repente abrí mis ojos y me vi postrado
en una habitación que tenía claridad, aparentemente era un hospital. Unos
vecinos habían sido testigos: estaba saliendo de casa cuando un rayo alcanzo la
reja justo en el momento en que yo la tocaba. La descarga fue de tal magnitud
que me hizo volar por el aire unos metros hasta llegar al porche de
entrada de mi casa y como había quedado abierta la puerta de la verja,
entraron, me recogieron y me llevaron a al centro asistencial. Sin embargo,
cada vez que preguntan qué es lo que me sucedió, les contesto que me estuve en
un laberinto de tiempo; que fui preso del laberinto de mi vida.
22/12/2017