miércoles, 6 de diciembre de 2017

Lecciones

Sus pupilas se abrieron y reconocían las deformes sombras que miraba por primera vez, curioso hecho fue que así fuera, pues nunca jamás había visto antes, sin embargo pudo hacerlo, pudo mirar y reconocer la estirpe de su sangre, pudo ver a sus antepasados y los parecidos que él mismo tenía con respecto a los rostros y aspectos de los abuelos de sus abuelos.

Abrió sus ojos y de repente todo tuvo color. Todo se bañó de colores mágicos, brillosos, fuertes, saturados, sombríos, grisáceos; y luego de repente, las luces que tanto le llamaron la atención se apagaron de a parpadeos y él no entendía por qué. Estallaba de llanto porque quería seguir viendo todos esos colores y juegos de luces que había en aquella habitación; y lloraba porque parpadeaba y no podía sostener la mirada, seguramente se le cansaba la vista y se secaban las pupilas, y volvía a estallar en llanto porque quería seguir viendo la mágica fantasía de formas, colores, sombras y brillos.

Entendió que tenía un origen lejano, un origen que a sus antecesores les habría costado mucho iniciar hasta llegada su presencia misma. Entendió que era hijo, nieto, hermano, primo; que iba a ser amigo, que tendría alguna profesión o no, si él a si mismo lo decía. Entendió su primera lección: podía decidir. Entendió que una decisión puede cambiar el rumbo de muchas cosas, por más pequeño que fuera él, o por más que su decisión sea un instante, un pequeño momento, entendió que era parte de algo, un funcionario dentro de un gran funcionamiento colectivo. Vio que no estaba solo, vio que había otros, que no era el único; que otros como él estaban igual que él en ese momento, que otros habían sido y también entendió que otros iban a ser como él.

Sus ojos vieron cosas que jamás había visto, que probablemente nunca jamás iba a volver a ver. Supo en ese instante que debía aprovechar antes que fuera tarde, antes que perdiera todo conocimiento; que iba a tener una sola oportunidad; que la sabiduría, sin saber mucho qué era eso, solo iba a ser un instante, un relámpago.

Él miraba la luz, miraba sin ver, miraba con la vista perdida el mundo mundante. Pero él miraba más profundo. Vio, en ese su presente, el fluir del agua y los vientos soplar; vio cómo nacía la montaña, de dónde provenía su altura, cómo hizo para tener esa forma, y supo entender todo. Miraba los arroyos que le daban forma y los animales que dependían del recorrido del agua y de cómo caía por medio de la altura de su montaña. Vio cómo el hielo se convertía en agua, cómo esta corría buscando el mar, cómo pasó de ser agua dulce a agua salada, y luego su transformación ultima, como el calor la evaporaba para ser nube y luego lluvia. Vio como la lluvia alimentaba la humedad de la montaña y cómo el ciclo volvía a empezar desde el techo del mundo, tocando el cielo, hasta las más bajas tierras. Entendió qué es un ciclo sin saberlo, solo miró y entendió sin querer entender. Entonces aprendió una nueva lección: la naturaleza es bella en la medida en que la dejemos trabajar en su obra de arte.

Él Miraba las sombras de la habitación y miraba en ellas la curiosidad del mundo, motor de las ideas y de los ideales más fuertes. Aprendió de ello que no todo es puro, que la maldad también existe. Observo entonces que había caos y destrucción. Vio que el odio entre las personas también pasa por una decisión tan pequeña como con la que él mismo había visto instantes antes; que las mismas decisiones pequeñas que podían cambiar el universo, podían ser guiadas por el odio hacia otras personas y el deseo de hacer daño a los demás. Vio que las sombras eran parecidas al ocultamiento, sin saber que es ocultarse. Vio que esa extraña oscuridad venía también de la misma raza de la que él provenía. Sintió culpa por lo que vio, por el daño que se hacían los hombres entre sí con la escusa de defender un estandarte, un escudo, un color, una bandera, un ideal.

Entendió entonces que lo moral y la moralidad de las cosas está impregnada en todos los actos de loa hombres. Entendió que lo moral y la moralidad de las mismas cosas, son convenciones a conveniencia de los que les convienen que las cosas sean entendidas en un solo sentido, sin tolerar el sentido de otros que pueden diferir. Vio que la moralidad de algunos era más intolerante que la de otros y que esta intolerancia llevo a enfrentamientos, guerras y destrucciones. Vio cómo los mismos hombres se hacían daño entre ellos. A pesar que no le gustó lo que veía, siguió mirando y entre tanta muerte y escombros de ciudades destruidas, necesito ver algo más; allí es donde aprendió una nueva lección, que algo diferente debía haber. Pudo oír con su mirada lo que de las ruinas emergía, pudo oír de entre los mismos escombros el grito de ¡Libertad! Entendió aquí que la libertad de unos cuantos (muchos, pocos, cuantos fueran) dependía de la opresión de otros tantos. Lloró al entender esta lección. Definitivamente no le gusto lo que había visto, pero con mucho dolor aceptaba saber que él también, desde que existe, es parte de este funcionamiento.

Sabiendo que le quedaba poco tiempo para aprender, agudizó la vista y contemplo a la familia de un muerto al que estaban velando. Su mirada tenía una perspectiva horizontal, mirando el techo y su alrededor, tan acostado como al mismo que estaban velando. Observó las lágrimas de las personas que lo rodeaban, vio y sintió en sus propios ojos el dolor de la ausencia, las cicatrices que van dejando la partida de seres amados. Con ello entendió un aspecto del amor, el reconocimiento del alejamiento que muchas veces, o la mayoría de las veces, ante la partida y el alejamiento de un cercano decidimos callar antes de poder decir lo que uno lleva dentro. En ese momento volvió a romper en llanto, en medio de la habitación, en medio de sus seres queridos como queriendo decir desde ese momento todo lo que no sabía decir hasta entonces, sin perder más tiempo. Nueva lección aprendida: aunque no se sepa cómo, hay que decir.

Pero a su vez, aprendió algo del mismo acto de la despedida: era parte de la vida misma. Si bien muerto ya estaba muerto y nada podemos hacer para revivirlo, entendió que volvía a ser parte de la vida en su mismo deceso. Estaba más vivo que muerto; pues él ya pertenecía al universo, ya era un todo mismo; ya era universo. Dejo de existir, pero no dejo de vivir ni de hacer vivir, pues su propia materia iba a ser abono y compost de la tierra; la propia pudrición del cuerpo daría vida a la tierra y al funcionamiento mismo del universo. La muerte ya no era más entendida como muerte, la muerte encierra vida. La muerte es vida. Entonces entendió, que no todo final finaliza, sino que muchas veces (tal vez en la mayoría de las veces) es tan solo un nuevo comienzo. Un inicio de lucha, un comienzo de vida o de una nueva energía. Un amor distinto, ya más bien un amor ausente de materia, pero presente en el universo.

Supo que en una simple taza de café podía estar saboreando a todo el universo. Que la leche que succionaba del pecho materno traía la experiencia de su historia por medio del universo. Sintió que lo que saboreaban su lengua y su paladar, fueron otros sabores que vienen de otros paladares anteriormente y que vienen a través del universo, de otros tiempos. Vio que cada caricia era energía de otras caricias, de otros cuerpos que habían quedado en la historia y que hoy se le hacían presentes en la mano suave de aquella persona, pero que en otros años había sido otra. Se convenció que los finales eran nuevos comienzos.


Una vez aprendida esta lección, llegó el momento de despedirse de todas las lecciones adquiridas hasta entonces para ser olvidarlas tal vez o simplemente cederlas al universo mismo. Vio que las personas que lo miraban por primera vez, como él a ellos, derramaban amor por sus ojos. Que tal vez hayan sido los mismos ojos que alguna vez hayan mirado amores lejanos; que fueran los mismos ojos que hayan mirado amores no correspondidos; que fueran los mismos ojos que en otra ocasión también se hayan abierto y se le hayan dilatado las pupilas intentando reconocer otras formas, otras sombras, otras luces mágicas, otros destellos, otras curiosidades, otras lecciones que también hayan sido aprendías y que nuevamente hayan sido olvidadas.

Rompió en llanto nuevamente pero esta vez ya no recordó más nada. Abrió sus ojos grises y comenzó a aprender.

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