They made up their
minds / And they started packing / They left before the sun came up that day /
An exit to eternal summer slacking / But where were they going without ever
knowing the way?
Fastball -
The Way (Tony Scalzo, bajista de la banda)
Se había acabado el combustible,
al salir de mi ciudad había realizado una carga completa del tanque del auto.
Mis intenciones nuca fueron llegar a algún destino en particular. Solo quería llegar
hasta allí. El lugar que tenía que llegar, no era uno, sino cualquiera; y no
era totalmente cualquiera, sino el indicado. ¿Cómo saber cuál sería el lugar
indicado entonces? En realidad nunca lo imagine, solo iba a saberlo cuando esté
en ese lugar y en el momento indicado. ¿Quién me lo iba a indicar? Mi interior.
Días antes de llegar a ese
destino, me sentía como dice la canción: “sapo de otro pozo”. Un amigo de la
infancia era mi médico de cabecera, y me había indicado varios análisis a modo
de chequeo general. El diagnóstico, no fue la mejor noticia que recibí en mi
vida, pero a partir de ahí cambiaría todo radicalmente.
El lugar dónde se paró mi auto
era sobre la Ruta 3, desde que salí de mi ciudad, no había parado ni para
comer. Fue como manejar por inercia. Había encendido el auto y pise el
acelerador, sin darme mucha cuenta, sin percibir el paso de las horas,
simplemente llegue hasta aquí. A lo lejos podía divisar un risco y a unos
kilómetros de pasada, una estación de servicio. Dejando las puertas bien
cerradas y las balizas encendidas, seguí por la ruta caminando en dirección al
autoservicio.
-“Me di cuenta de algo anómalo”;
me había dicho mi médico, y lo recordaba mientras avanzaba. Iba abrigado; a
pesar del ejercicio de caminar, el frío se hacía sentir. Tenía una marcha relativamente
lenta, pues las cosas que me apuraban en otro momento, habían quedado allá
lejos. Mi preocupación, ahora, era llegar hasta ahí. Escuchaba por los
auriculares del celular una canción de Los Tipitos, un viaje interminable; realmente la caminata se estaba haciendo
larga, como queriéndose mimetizar con la canción.
Al llegar a la estación de
servicio, aproveche que tenían una sucursal del correo y envié un telegrama al
trabajo, solicitaba mi renuncia. Tomé un café, mirando el paisaje de afuera,
cosa que no había contemplado ni por un instante en todo el viaje. Mientras
tanto, escribía una carta a mi hermano, otra carta para mi viejo y finalmente
una más para toda la familia, las guardé a todas en un mismo sobre y las envié
también, antes de salir.
-“Tus pulmones no se ven nada
bien, tal vez con una interconsulta con un alergista puede que… no sé, puede
ser cuestión de semanas o meses” resonaba en mi cabeza desde que me fui. Puede
ser que por eso no presté atención a la sentencia de mi médico; él, mi amigo,
quería darme alguna esperanza.
Cuando salí de la estación, no
compré combustible para el auto, simplemente seguí de largo por la ruta. Dentro
del sobre, había guardado las llaves del auto y el celular apagado, pues en
casi dos días no se habían acordado de mí, por lo que supuse que en un par de
horas, más o menos, tampoco lo harían. Cada vez me agitaba más, el aire frío no
era del todo bueno para mis pulmones deshechos de años de fumador y de
tratamientos inútiles. A veces, uno se da cuenta tarde, otros aún más tarde, de
que la salud es un bien no renovable.
A esta altura, quedaban atrás con
cada paso que daba mis prejuicios; lo último de vergüenza que me quedaba; una
pizca de esperanza; y, mi obstinación que fue el motor que me movió por tanto
tiempo. Solo quedaba encima de mí, un solo objetivo: llegar hasta allí, a la
cima del risco.
Al llegar, me tome unos minutos
para respirar el aire fresco. Había unos turistas y otros viajeros, sacándose
fotos desde el mirador de Cabo Domingo; juro que la vista era impresionante: el
Atlántico estaba allí a sus espaldas, quieto, helado, eterno; al ver semejante
masa de agua, me di cuenta que el momento había llegado. Al retirarse los
viajantes, me paré de frente al océano y volé hacia él para hacerme uno.
Pasaron unos días y un cartero
llego a la casa de mi hermano y le entregó un sobre de papel madera. Al abrirlo
vio las cartas y leyó la que era para él:
Verás que no te he puesto fecha, pues en este momento ya no tiene
sentido. Vos sabes que más tarde o más temprano, mis pulmones se iban a
recuperar, el asma que tenía nunca fue impedimento para que logre mis metas.
Solo quería tener otra oportunidad… desde que perdí a los míos, no he
dejado de sentirme culpable. Es más… lo soy. Soy responsable por su ausencia.
Quiero que sepas que no he dejado de pensar en ellos desde aquel día. Quiero
que sepas que ya estoy con ellos ahora. Donde quiera que sea este “ahora”. Te
agradezco el empeño que pusiste los domingos que me llevabas a la cancha; los
asados con fútbol; y todo lo que bien que me hiciste.
#1 no me juzgue. Yo solo quería
estar con el resto de mi familia; y…
#2 el auto está en Cabo Domingo, Río Grande, Tierra del Fuego. Las
llaves están en este mismo sobre, para traerlo vas a tener que ponerle
combustible. Ya no voy a poder pagártelo, pero tampoco voy a deberte más.
Quiero que sepas que morí, el día que los perdí…hace un año. Mi final,
solo se extendió hasta este momento, solo por que antes no tuve el suficiente
valor (o no tuve demasiada cobardía, como decís vos). Ellos me llamaban. Debí
estar siempre con ellos, desde ese momento.
Te abrazo fuerte, fuertísimo. Te doy un abrazo eterno!
27/07/2015