-“La noche es solo una excusa...”; me dijo y se me
cayeron todas mis armaduras. No quedó un escudo en pie. Debo confesar que no
soy de las personas, como quién dice fáciles de trato.
-“No intentaré raptarte, sólo te voy a desviar un
poco del camino...”; me dijo y en ese mismo momento, mis estructuras, mis
formalidades, mi moralismo, todo quedó formalmente desestructurado.
-“No me importa qué eres, sino cómo eres y cómo
piensas que vas a ser…”; me dijo y me desarmó para empezar a moldearme
nuevamente a su gusto y paladar; como las vasijas de barro que son moldeadas a
mano, así tal cual, empezó a darme una nueva forma, y yo fui arcilla presta a
su inspiración.
-“Deberías ser como las olas del mar, que se dejan
llevar por el viento, así recorrerás más caminos, con menos esfuerzo...”; y desde
el mismo momento en que me lo dijo, mi cabeza empezó a surfear entre las cosas
rutinarias y las actividades que me permitían despejarme de la vorágine.
-“Seguí balanceando tu cuerpo y sentite libre solo
por un instante… (Mi Refugio – Cielo Razzo)”; me cantabas cada vez que nos
quedábamos con poco ropa y nos rozábamos con los cuerpos entre las sombras de nuestra habitación, y
así y todo, sentíamos que aún estábamos muy lejos, el uno del otro, para poder convencernos de que realmente estábamos cerca.
-“Lo único que puedo prometerte es que voy a hacer,
siempre, mi mejor esfuerzo para no perderte…”; mi dijiste y supe que debíamos
caminar no solo el mismo camino, sino también al mismo ritmo.
-“No solo de promesas viven las personas, sino
también de las acciones que podamos realizar juntos para crear y construir las
cosas más perdurables…”; me dijo y me convenció de que todo era tomar
decisiones de a dos, para poder llegar lejos.
-“Las sorpresas no son tales, sino haces el
esfuerzo para que lo sean…”; me dijo y me dio la posibilidad de estar alerta,
para que sorprenderla sea una cuestión de méritos y no de obsequios.
-“El amor es siempre una decisión, en el momento
que dejas de elegir diariamente a esa persona, dejas de amarla…”; me dijo y me
obligó a realizar contratos que se renovaran cada veinticuatro horas, los 365
días del año.
-“Te encontraré una mañana dentro de mi habitación y
prepararás la cama para dos… (Sui Géneris – Canción para mi muerte)”; me
cantabas por las mañanas, con voz dormida y medio ronca mientras acariciabas mi
frente con la yema de los dedos, y ayudabas de esa forma a apaciguar a mi malhumor matinal.
-“Hasta que la muerte nos separe será, pero trata
de dejarme ir primero a mí, porque no sé si podría vivir mucho sin vos…”; me
dijiste y entendí este día, cuando desperté y no estaba tu voz y no pude hacerte despertar. Cuando te llame y solo volvió el eco de mi voz. Cuando te toque y sentí tu
cuerpo frío, y solo atiné a taparte con las frazadas, como para intentar no
dejarte ir. Entendí que a partir de ese momento, debía aprender a vivir una nueva vida, ya no iba a ser posible continuar como a hasta entonces, porque ya nada sería lo de entonces.
Siempre me habías dicho muchas cosas, tantas para tantas cosas que ya casi ni las
recuerdo a todas. Siempre fuiste la que enseñó más de lo que pudiste aprender. De los dos, fuiste la que sabia más que nadie cuán finito era el tiempo y que grande serían los espacios ante la ausencia de alguno.
De todo lo que me enseñaste, solo faltó que me enseñaras a no extrañar tanto que estés aquí; que me enseñaras a que extrañe menos tu ausencia y que te extrañe más a ti.