sábado, 22 de agosto de 2015

Rebelión en el Reyuno

“Erase que se era, cuenta el libro, un señor de vasto señorío. Todo le pertenecía…” (Historia del lagarto que tenía la costumbre de cenar a sus mueres - Mujeres - Eduardo Galeano)”

La batalla por la tierra empezó. Yo pude soñarla, pude anticiparme a lo que iba de suceder. No sé cómo explicarlo, es como que lo había vivido en otro momento. Lo soñé por alguna razón, para poder cambiar el resultado original de las cosas hasta el momento; para tener una nueva oportunidad; para poder realmente enfrentarme, más que contra el Rey y su ejército, enfrentarme contra mí mismo, mi realidad y la realidad de mis pares. Lo que soñé fue épico. Lo que soñé fue al ejército del Rey, pasarnos por encima de frente y por retaguardia. Soñé no que perdíamos la batalla, sino el honor y la posibilidad de ser libres.

Eran los días previos al enfrentamiento; nos habíamos cansado del hacinamiento; y, por sobre todas las cosas, estábamos hartos de ver morir a los nuestros por la hambruna y la peste. El rey se había autoproclamado dueño, amo y señor de todo el territorio. Como era de esperarse, él se había quedado con una gran extensión para sus lujosos aposentos. A nosotros nos amontonaba cual animales en una especie de galpón gigantesco sin divisiones, sin más abrigo que los cuerpos de nuestros propios vecinos.

Por las mañanas, una cuadrilla de soldados, promediando los cincuenta hombres entre infantería y caballería, nos iban a buscar abriendo la puerta en forma de cerca, nos daban las herramientas de labrado y nos guiaban hacia los cultivos para el trabajo diario.

Esa mañana, empecé a divulgar mi sueño a los más cercanos. Algunos de los nuestros, habían sido traídos de lugares remotos; eran de diferente contextura física, eran de diferentes colores, algunos pintados otros ya percudidos por el sol; pero todos, sin hablar la misma lengua, sabían lo que les estaba contando sobre mi sueño; entendían que ya no debía ser más un sueño, que debíamos hacer algo para cambiarlo. Ese día trabajamos durísimo, pasamos la voz, los ceños y las mandíbulas fruncidas, nos esperaba una larga noche de deliberación y organización.

Una vez guardados y retirados los guardias, fui el primero en levantar la voz:
-Ya basta de soñar con un presente diferente. Basta de vivir así. Seamos héroes para la memoria ajena y no mendigos de la historia. En nuestras manos está la posibilidad de cambiar nuestras vidas.

No hacía falta mucha retorica, nosotros no entendíamos de esas actividades cortesanas. Nos habíamos propuesto dos objetivos esa noche: morir por nuestra libertad y sobrevivir para contarlo.
Al salir el sol, la cuadrilla diaria fue a levantarnos. Nosotros estábamos listos. Nos dieron las herramientas para trabajar y comenzamos la caminata hacia las tierras de labrado. Teníamos que ser muy precisos. El aire estaba muy tenso en nuestras filas. Luego de una colina hacia abajo, llegábamos a las tierras, donde había una decena más de soldados. Todos ellos, los guardias y la cuadrilla estaban armados ligeramente, lo que permitiría una batalla cuerpo a cuerpo.

Antes de distribuirnos en nuestros trabajos forzados, grité con todas mis fuerzas la señal de ataque. Debíamos tenerlos a todos los guardias cerca, para evitar la escapada. Para muchos de nosotros, fue nuestra primera batalla; un par de centenares de trabajadores de la tierra contra unos pocos soldados bien entrenados y bien alimentados.

El reyuno no iba a ser nuestro, hasta no enfrentar a todo el ejército del Rey. Dimos el primer golpe sin muchas bajas. Un solo jinete se nos escapó, lo que nos llevaba a pensar que la réplica real, sería inminente. Ese mediodía, todos nosotros, sin distinción de edades o géneros, fuimos soldados.
Ofendido el orgullo real, Su Majestad en persona marchaba al frente de todo su cuerpo militar. Sumaban un total de cuatrocientos soldados, según alguno de los nuestros que sabía contar, para los que no sabíamos, observábamos columnas humanas marchar hacia nosotros. Esta vez, se daría la batalla final: nuestras vidas por la rebelión en el reyuno. Después de ese día, seríamos libres de cualquier forma.

Frente a frente el ejército real y los labradores revolucionarios. El Rey ansioso por demostrar su potestad, lanzó el ataque. Nosotros corrimos hacía un bosque de alamedas atrás nuestro para protegernos de la primera envestida. Solamente con los quince arqueros que tenía, podía disminuir considerablemente nuestro número, pero su soberbia real lo segó. Desde los álamos, saltaban los milicianos sobre la infantería y sobre los caballos. Magistral mente el único que aún quedaba sobre la bestia, era Su Majestad. Poco a poco, fueron cayendo de ambos lados. Nuestros hombres, mujeres y niños, peleaban con toda ferocidad. Los arqueros disparaban flechas en línea recta, para evitar bajas propias. Una flecha perdida, le dio al mismísimo Rey en el hombro, en el mismo momento que lográbamos derribar su caballo. Mezclado entre la multitud de cuerpos, quiso escapar cuando un grupo de nuestras mujeres, se abalanzó sobre él, abatiéndolo a golpes y a cullidas. Los soldados que quedaban en pié, comenzaron su retirada.

Al anochecer de ese día, con antorchas llegamos a las puertas del palacio. La guardia se veía drásticamente reducida. Sin mucho esfuerzo entramos hasta el patio central, obligando a la retirada de la corte del Rey. Terminada la cobarde huida, quemamos todo el lugar.

Al siguiente día, de las cenizas del lugar, empezamos a construir nuestro pueblo y a trabajar la tierra. En esta oportunidad: el trabajo sería para todos. No habría lujos que envidiar, lo producido era compartido por todos. A partir de ese momento, esas tierras dejaron de ser “El Reyuno” para llamarse “Libertad”.


22/08/2015







miércoles, 19 de agosto de 2015

Quisiera... (I)

Quisiera ser tu almohada
para acompañarte en los sueños.

Quisiera ser tu sábana
para poder cobijar tu cuerpo.

Quisiera ser la luna
para poder cuidarte por las noches.

Quisiera, también, ser el sol
para calentar tu cuerpo por las mañanas.

O... tal vez, quisiera ser la lluvia
para poder acariciarte con delicadeza.

Quisiera conquistar tu piel
para poder abrazarte aunque sea un instante.

Quisiera llegar a tu pensamiento...
para que no me olvides.

Quisiera ser tantas cosas;
quisiera... tan solo quisiera.

11/12/1998

sábado, 8 de agosto de 2015

Vivir en un sueño...

No se que sucede...
siento que estoy muerto;
pero: vivo en un instante
o solo existo en tu pensamiento?

Consecuencias de qué:
muerto en vida...
como estar suspendido en el tiempo,
que aún sigue transcurriendo para los demás.

El corazón bombea
trabaja, se sobrecarga...
sigo inmóvil, congelado,
y no logro sentir nada.

El tiempo se consume y yo igual, quieto...
el nuevo día amanece,
tu te despertarás
y te habrás olvidado de tu sueño.

04/10/2004