Algunas personas encuentran en su locura la forma más
sutil de autodefensa. La demencia puede ser la armadura más utilizada y menos
reconocida en las sociedades actuales. Tanto que, la sociedad misma, para no
“contagiarse” de lo anormal, separa al loco con todas sus demencias en clínicas
o centros especializados. Los que tienen mejor suerte, quedan vagando por las
calles de alguna cuidad, mimetizándose con el entorno.
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Foto: Juan Cerasuolo |
Le dicen la loca el Barrio Sur. Camina tambaleando de
un lado a otro. Viste un jean gastado y sucio; usa polainas que anda
arrastrando y pisando con la suela de las zapatillas en su andar. Una cuerda
atada a la altura del ombligo le sirve de cinturón, vaya a saber si el pantalón
es de su talle, o no. No importa si hace frío o calor, si llueve o si está
despejado, ella usa un suéter de lana color verde manzana. A pesar de estar
desarreglada, siempre está con el cabello atado, estilo media cola. También usa
una vincha, como si hubiera quedado paralizada en finales de los años ’80.
Lleva consigo, siempre, una mochila remendada por todos lados, se logra ver los
parches de lonas o retazos de telas de diferentes colores. Papeles y lapicera
en la mano, vaya a saber dónde las consiguió.
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Foto: Juan Cerasuolo |
Hace ya unos cuatro o cinco años que se la ve dar
vueltas en la misma esquina, 24 de septiembre y José Colómbres. Allí, hace
algunos años más atrás aún, funcionaba una librería muy grande, que tenía
ventanales muy altos, ahora cerradas con una persiana por adentro, dicen los
vecinos que desde que murió su dueño hace como diez años, no pueden terminar
con el juicio de sucesión. Mientras tanto, la loca se sienta en la base de
mármol de esas ventanas, como haciendo posesión del lugar. Muchos, por no decir
que todos, ignoran su locura, prefieren hacer hincapié en su indigencia, es
como más normal ver a un indigente por las calles que a un loco suelto.
La loca, recorre el barrio gritando cosas que muchas
veces no se entienden; solamente se logra descifrar que busca a una persona: su
marido. Hay veces que por su forma impetuosa de acercarse vociferando, asusta a las personas que circulan por esa esquina; otras veces,
las personas que ya están acostumbradas a verla en el mismo lugar, la esquivan
sin miramientos, es como que su sola apariencia repele a todo el que pase por allí.
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Foto: Juan Cerasuolo |
Hay muchas historias que se dicen en esa cuadra, como
si fueran hipótesis de por qué está loca “la loca”, o cómo es que llegó hasta
allí. Se dice que pregunta tanto por su marido, porque él la abandono cuando se
dio cuenta de su situación mental; otros versiones cruzadas, dicen que el
marido murió en la Guerra de Malvinas, y que desde entonces que su mente
desvaría, púes, lo amaba tanto que no pudo soportar la perdida, y su cabeza
murió con él al enterarse. También se dice que ella, ya había nacido “loca”,
que es de otra provincia, y que en una “limpieza de vagos” allí mismo, se
encargaron de “reubicar” a las personas como ella que andaban deambulando en
ese lugar, que a propósito nadie sabe dónde es, y que terminó acá por que se
escapó saltando del transporte que la llevaba.
Claro, son todas posibilidades válidas, todas y cada
una de ellas, pero no se puede saber cuál es la verdadera, pues, al querer
corroborar la información con la misma fuente, es decir, las personas que se
acercan a “la loca” para interrogarla, independientemente que sea para ayudarla
o solo por curiosidad, son debidamente ahuyentados por ella, con gritos aún más
feroces que los que suele dar cuando pregunta por su marido. Otras personas dicen que era excelente estudiante, la
mejor de todas en la Facultad de Medicina, y que tanto estudiar le fritó los
sesos, y que partir de ahí padece demencia senil. También he oído que habría
perdido un hijo, lo que la volvió loca. Estas dos últimas no explica por qué
pregunta por su marido.
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Foto: Juan Cerasuolo |
En algunas ocasiones, cuando ella está cansada de
andar y andar y preguntar, se logra escuchar que habla entre dientes con seres
que solo ella puede ver; y se la escucha balbucear retos, acompañados por toda
una gesticulación de su rostro: seño fruncido, labios tensos, ronca la voz con tono
de enojo; diciendo que se fue, que la dejó sola, que la abandonó allí mismo en
esa esquina de la librería cerrada, que ya tiene que volver.
Puede haber sido un accidente, puede haber sido que la
abandonó, o puede haber sucedido cualquier cosa; lo real es que ella, “la loca
del barrio”, está allí en su esquina; envuelta en su demencia, tambaleando en
su andar; abrigada demás independientemente de la temperatura ambiente;
delirando entre sus gritos y sus escrituras. La “loca del barrio” está loca de
soledad.
15/10/2014