domingo, 31 de mayo de 2015

Una de dos



A veces, las noches no están hechas para descansar, no precisamente por salir a divertirse, sino porque uno se queda como niñero en casa velando los sueños de las personitas que más queremos. Sucede también que, hay noches que se hacen más cortas porque se logra dar con el objetivo esperado, la criatura se duerme plácidamente en unos pocos minutos, lo que da margen a que uno pueda ir a descansar y así, recuperar fuerzas y energías para el día siguiente. Pero lo general de la regla, de que el, o los niños, no se duermen en tiempo y en forma que los grandes pretenderíamos, por lo que las horas de noche, llegando ya a la madrugada, empiezan a estirarse tanto, que da la sensación que no pasan más.

Mi señora fue a dormir, puesto que esa noche fatídica, me tocaba a mí hacer dormir a nuestra hija de ocho meses. Nos veníamos turnando para esa tarea, así los dos, más tarde o más temprano, pudiéramos estar medianamente descansados, o equitativamente destruidos; una de dos.

Ya casi no tomaba teta, pues, desde recién nacida, ya se veía una pequeña bastante precoz; pero esa noche, cerca de las once, se prendió al pecho de su mamá, y no había fuerza humana que la pudiera despegar. Al parecer estaba con hambre, o le habría agarrado de nuevo el gustito a la leche materna; una de dos.

Una vez satisfecha, la pequeña pasó a mis brazos y yo me encargaría desde ese momento de que hiciera su “provechito”, le cambiaría el pañal y le pondría ropa más acorde para dormir. Baje la luz de su dormitorio; la coloqué en la cuna y empecé a mecerla muy suavemente, para incentivarle el sueño. A la beba, le gustaba dormir con música, cuando supimos con su mamá que el sonido la serenaba más que el silencio, decidimos instalar un discreto equipo de música, como para que sirva de ayuda a la hora de hacerla dormir. Puse “play” a un CD que era fijo en esos días, pues ella no se podía dormir con cualquier música, lo hacía escuchando de fondo solamente a una banda de rock alternativo francesa o, en su defecto, una banda pop brasileña, una de dos.

Creo que esos gustos estrambóticos para su cota existencia, los habría adquirido cuando estaba en la panza; poníamos esas bandas de fondo, bien fuerte de volumen, mientras hacíamos cualquier tarea de la casa con su mamá: cocinar, limpiar, lavar, planchar, estudiar, desayunar, almorzar, etc.; o lo llevará a los gustos impresos en sus genes, ya que su madre tiene una vocación innata a la música y en mi caso, una gran afición al canto; una de dos.

Esa noche, la beba tenía los ojos más iluminados que de costumbre. Luego de la rutina de cambiarla, no le veía una actitud de sueño para esa hora. Agitaba los brazos vehementemente, como queriendo volar; pataleaba cuando estaba recostada, y al ponerla de forma vertical, el movimiento era como si estuviera pedaleando una bicicleta imaginaria.

Empecé a utilizar recursos clásicos, de la cuna pasaba a mecerla boca abajo, con su pancita apoyada en mi antebrazo, donde la pequeña cabía perfectamente; sin mucho éxito, intentaba ahora poner su cabeza sobre mi hombro, luego bajando su carita sobre mi pecho, mientras me inclinaba sobre mi cadera, haciendo un ángulo agudo con mi columna. Allí, empezó a relajarse, al parecer estaba más cómoda, o su pancita llena al menos no estaba presionada como en la posición anterior, una de dos.

Ni bien logro dormirse, la acosté nuevamente en la cuna, al apagar la música y hacer el intento de retirarme, abrió sus ojos y empezó a lloriquear. Al parecer, no le gustó quedarse en silencio, o volvió a sentirse incómoda acostada, una de dos. Me volví rápidamente y la tomé en mis brazos una vez más. Paseamos un poco por la casa, fuimos por el pasillo hasta llegar al lavadero, de frente al ventanal hacia el fondo, nos quedamos a beber un poco de luz de luna; mientras tanto, escuchábamos la música suave desde el dormitorio. Al parecer el movimiento del paseo la sosegó, lo que me dispuso a dejarla en su lecho de sueño, una vez más.

Cuando me retiraba, cometí la torpeza de pisar un muñeco de hule que se encontraba en el suelo cerca de la cuna, generando un chillido que retumbo importantemente en toda la habitación. Por mi genialidad, la pequeña se despertó, esta vez más sobresaltada que la anterior; comenzó a bracear y patalear nuevamente, entre que lloriqueaba y bostezaba al mismo tiempo. Le acariciaba la pancita, la acomodaba de costado, tratando de que se volviera a dormir, sin tener que levantarla. No había caso, no era falsa alarma, tuve que ponerla entre mis brazos para hacerla dormir. En ésta ocasión, el cansancio ya empezaba a hacer mella en mi cuerpo; ya no hubo paseo ni luz de luna, me senté en un sillón que teníamos en su pieza, para que la mamá le diera de comer. Creo que yo estaba más agotado, pues, ella con el ratito que dormía, cargaba las pilas más rápido de lo que yo mismo las iba gastando.

Le coloqué el chupete, me fije si su pañal estaba mojado, le tomé la temperatura creyendo que pudiera estar molesta por tener fiebre, le cambié el CD de música, regulé nuevamente la luz, la cambié de brazo… y no había caso, ella no se quería dormir. Le hice flexionar las piernitas en la cuna cuando estaba acostada, pensando que podían ser gases que le harían doler; le cantaba desprolijamente, pues, a esa hora mi voz no era la mejor; incliné el sillón, y la acosté sobre mi pecho, como para que se sintiera más segura; mientras tanto, le susurraba entrecortado por largos espacios de silencios, producto de mi cansancio casi suplicándole: “amor mío… mi princesa… entramos a la madrugada… dormite ya por favor…”; y ella muy calmada desde su posición, me respondía con los ojos bien abiertos o con una sonrisa.

A eso de las cinco de la mañana, mi señora se acercó a la pieza, y nos encontró a los dormidos en el sillón. La quito de encima de mí y con sumo cuidado, característico de madre, la colocó en su cuna, la tapo un poco con su frazada, para abrigarla del frío de la madrugada; recién ahí, fue a despertarme para que nos mudáramos a nuestra cama, en la pieza de al lado. Mientras me acomodaba para dormir, le iba contando toda la odisea que fue durante la madrugada, le decía que no sabía si algo no la dejaba dormir o, si simplemente, ella no se quería dormir, una de dos.

30/05/2015







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