A veces, las
noches no están hechas para descansar, no precisamente por salir a divertirse,
sino porque uno se queda como niñero en casa velando los sueños de las
personitas que más queremos. Sucede también que, hay noches que se hacen más
cortas porque se logra dar con el objetivo esperado, la criatura se duerme
plácidamente en unos pocos minutos, lo que da margen a que uno pueda ir a
descansar y así, recuperar fuerzas y energías para el día siguiente. Pero lo
general de la regla, de que el, o los niños, no se duermen en tiempo y en forma
que los grandes pretenderíamos, por lo que las horas de noche, llegando ya a la
madrugada, empiezan a estirarse tanto, que da la sensación que no pasan más.
Mi señora fue a
dormir, puesto que esa noche fatídica, me tocaba a mí hacer dormir a nuestra
hija de ocho meses. Nos veníamos turnando para esa tarea, así los dos, más
tarde o más temprano, pudiéramos estar medianamente descansados, o
equitativamente destruidos; una de dos.
Ya casi no
tomaba teta, pues, desde recién nacida, ya se veía una pequeña bastante precoz;
pero esa noche, cerca de las once, se prendió al pecho de su mamá, y no había
fuerza humana que la pudiera despegar. Al parecer estaba con hambre, o le
habría agarrado de nuevo el gustito a la leche materna; una de dos.
Una vez
satisfecha, la pequeña pasó a mis brazos y yo me encargaría desde ese momento
de que hiciera su “provechito”, le cambiaría el pañal y le pondría ropa más
acorde para dormir. Baje la luz de su dormitorio; la coloqué en la cuna y empecé
a mecerla muy suavemente, para incentivarle el sueño. A la beba, le gustaba
dormir con música, cuando supimos con su mamá que el sonido la serenaba más que
el silencio, decidimos instalar un discreto equipo de música, como para que
sirva de ayuda a la hora de hacerla dormir. Puse “play” a un CD que era fijo en
esos días, pues ella no se podía dormir con cualquier música, lo hacía
escuchando de fondo solamente a una banda de rock alternativo francesa o, en su
defecto, una banda pop brasileña, una de dos.
Creo que esos
gustos estrambóticos para su cota existencia, los habría adquirido cuando
estaba en la panza; poníamos esas bandas de fondo, bien fuerte de volumen, mientras
hacíamos cualquier tarea de la casa con su mamá: cocinar, limpiar, lavar,
planchar, estudiar, desayunar, almorzar, etc.; o lo llevará a los gustos impresos
en sus genes, ya que su madre tiene una vocación innata a la música y en mi
caso, una gran afición al canto; una de dos.
Esa noche, la
beba tenía los ojos más iluminados que de costumbre. Luego de la rutina de
cambiarla, no le veía una actitud de sueño para esa hora. Agitaba los brazos
vehementemente, como queriendo volar; pataleaba cuando estaba recostada, y al
ponerla de forma vertical, el movimiento era como si estuviera pedaleando una
bicicleta imaginaria.
Empecé a
utilizar recursos clásicos, de la cuna pasaba a mecerla boca abajo, con su
pancita apoyada en mi antebrazo, donde la pequeña cabía perfectamente; sin
mucho éxito, intentaba ahora poner su cabeza sobre mi hombro, luego bajando su
carita sobre mi pecho, mientras me inclinaba sobre mi cadera, haciendo un
ángulo agudo con mi columna. Allí, empezó a relajarse, al parecer estaba más
cómoda, o su pancita llena al menos no estaba presionada como en la posición
anterior, una de dos.
Ni bien logro
dormirse, la acosté nuevamente en la cuna, al apagar la música y hacer el intento
de retirarme, abrió sus ojos y empezó a lloriquear. Al parecer, no le gustó
quedarse en silencio, o volvió a sentirse incómoda acostada, una de dos. Me volví
rápidamente y la tomé en mis brazos una vez más. Paseamos un poco por la casa, fuimos
por el pasillo hasta llegar al lavadero, de frente al ventanal hacia el fondo,
nos quedamos a beber un poco de luz de luna; mientras tanto, escuchábamos la
música suave desde el dormitorio. Al parecer el movimiento del paseo la sosegó,
lo que me dispuso a dejarla en su lecho de sueño, una vez más.
Cuando me
retiraba, cometí la torpeza de pisar un muñeco de hule que se encontraba en el
suelo cerca de la cuna, generando un chillido que retumbo importantemente en
toda la habitación. Por mi genialidad, la pequeña se despertó, esta vez más
sobresaltada que la anterior; comenzó a bracear y patalear nuevamente, entre que
lloriqueaba y bostezaba al mismo tiempo. Le acariciaba la pancita, la acomodaba
de costado, tratando de que se volviera a dormir, sin tener que levantarla. No
había caso, no era falsa alarma, tuve que ponerla entre mis brazos para hacerla
dormir. En ésta ocasión, el cansancio ya empezaba a hacer mella en mi cuerpo; ya
no hubo paseo ni luz de luna, me senté en un sillón que teníamos en su pieza,
para que la mamá le diera de comer. Creo que yo estaba más agotado, pues, ella
con el ratito que dormía, cargaba las pilas más rápido de lo que yo mismo las
iba gastando.
Le coloqué el
chupete, me fije si su pañal estaba mojado, le tomé la temperatura creyendo que
pudiera estar molesta por tener fiebre, le cambié el CD de música, regulé
nuevamente la luz, la cambié de brazo… y no había caso, ella no se quería
dormir. Le hice flexionar las piernitas en la cuna cuando estaba acostada, pensando
que podían ser gases que le harían doler; le cantaba desprolijamente, pues, a
esa hora mi voz no era la mejor; incliné el sillón, y la acosté sobre mi pecho,
como para que se sintiera más segura; mientras tanto, le susurraba entrecortado
por largos espacios de silencios, producto de mi cansancio casi suplicándole:
“amor mío… mi princesa… entramos a la madrugada… dormite ya por favor…”; y ella
muy calmada desde su posición, me respondía con los ojos bien abiertos o con
una sonrisa.
A eso de las
cinco de la mañana, mi señora se acercó a la pieza, y nos encontró a los
dormidos en el sillón. La quito de encima de mí y con sumo cuidado,
característico de madre, la colocó en su cuna, la tapo un poco con su frazada,
para abrigarla del frío de la madrugada; recién ahí, fue a despertarme para que
nos mudáramos a nuestra cama, en la pieza de al lado. Mientras me acomodaba
para dormir, le iba contando toda la odisea que fue durante la madrugada, le decía
que no sabía si algo no la dejaba dormir o, si simplemente, ella no se quería
dormir, una de dos.
30/05/2015
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